Muchas veces me preguntan si lo que hago es decoración. Y aunque puede parecerlo, la verdad es mi trabajo no consiste en eso, es algo diferente, con una estrategia detrás, es mas correcto hablar de interiorismo como herramienta de marketing.
Este verano, por ejemplo, he tenido la suerte de trabajar en proyectos de home staging para una vivienda y un local, preparándolos para la venta y en proyectos de interiorismo comercial. Y cada vez que cambio de un enfoque al otro, me doy cuenta de lo importante que es explicar las diferencias.
Lo que tienen en común
En ambos casos hablamos de estrategia.
No es poner cojines bonitos o elegir un color de moda: es pensar en cómo queremos que las personas se sientan en ese espacio y qué decisión queremos que tomen.
Tanto en una casa en venta como en un negocio abierto al público, busco resultados: que la vivienda se venda mejor y antes, o que el negocio atraiga más clientes y genere más ventas.
Y hay algo más que comparten: la emoción. Porque al final, lo que nos hace decidir no son los metros cuadrados ni los precios… sino cómo nos hace sentir un lugar.
La gran diferencia
En home staging:
Mi objetivo es agradar al mayor número posible de compradores.
Por eso los espacios que preparo son neutros, impersonales, limpios, sencillos.
Quiero que cualquiera pueda entrar y decir: “Aquí me imagino viviendo”.
En interiorismo comercial:
Creo espacios con personalidad, fuerza y carácter, que transmitan cosas y muestren los valores de la marca y un mensaje muy claro.
No queremos gustar a todos, sino conectar con el cliente ideal para que se identifique y diga: “Esto es para mí”.
Por eso siempre digo que, aunque hablemos de cosas distintas, en ambos casos la clave está en la estrategia.
En home staging: borrar huellas para atraer a muchos.
En interiorismo comercial: reforzar la identidad para atraer a los adecuados.
Dos caminos distintos, un mismo objetivo: ayudar a que los espacios vendan.
